miércoles, 30 de noviembre de 2011

LOS SECRETOS DE CONSTELACIÓN



ESPECIAL

Por: Óscar Castilla
Miércoles 30 de Noviembre del 2011

En un hotel exclusivo de la avenida Encalada, cerca de la Embajada de EE.UU., agentes de la DEA en Lima instalaron sus equipos portátiles de poligrafía. Eran las primeras semanas del 2009 cuando los postulantes –luego de la revisión de sus legajos y de superar exámenes toxicológicos– empezaron a desfilar por el detector de mentiras. No todos aprobaron. Los ‘sobrevivientes’ se incorporaron a un equipo de élite en la Dirandro: la División de Investigaciones Especiales (Divinesp) o SIU (Sensitive Investigative Unit), siglas que utilizan los agentes estadounidenses para identificar a sus pares en el Perú y en otros países amenazados por el narcotráfico.

El origen de aquel equipo y del programa que hoy operan se forjó a fines del 2007. Aquel año, la DEA entregó una herramienta de inteligencia electrónica a la Dirandro. Desde entonces, y debido a la oposición de las principales empresas de telefonía del país, el programa durmió el sueño de los justos hasta el 2009. Ahora, los agentes y su arma antinarcóticos ocupan el sexto piso de la sede policial en San Isidro. Aquella unidad de hombres y máquinas –de evocaciones astronómicas y nacida para penetrar en el hábitat del narcoterrorismo– fue bautizada, en el argot policial, como Constelación. Esta es su historia.

LA HISTORIA DEL PROGRAMA
En el 2002, tras el cierre del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) de Vladimiro Montesinos, el Congreso promulgó la Ley 27697 que otorgó al Ministerio Público las facultades para intervenir las comunicaciones. Sin embargo, la norma cayó en el olvido hasta el 2007. El panorama recién cambió a fines de ese año, cuando la Policía Antidrogas recibió el equipo y finiquitó las complejas negociaciones con las empresas telefónicas.

El programa finalmente se implementó en el verano del 2009. Entre enero y abril de ese año se desarrollaron las primeras pruebas de alcance y fidelidad. Desde entonces, empezaron a correr los primeros rumores sobre lo que ocurría en el sexto piso. Algunos agentes, los más desactualizados, creían que los equipos se usaron el 2005 para capturar al capo Fernando Zevallos ‘Lunarejo’; otros que sirvieron para detener en el 2008 a los marinos de la empresa Business Track por ‘chuponeo’, y los más suspicaces dijeron que se usaron para intervenir al oficial FAP Víctor Ariza por espiar para Chile. Ni uno ni otro.

El primer caso ocurrió el 19 de mayo del 2009. Hoy se sabe que los objetivos del bautizo no fueron grandes capos de la droga, sino simples empleados de una agencia de envío de encomiendas que recibía paquetes desde Europa y que los devolvía a su lugar de procedencia, pero ‘preñados’ con droga. Fue un caso para el olvido, pero el éxito de aquella indagación no radicó en la cocaína decomisada, menos de un kilo, sino en el abanico de posibilidades que abrió para futuras escuchas. Luego de la primera intervención telefónica, la cantidad de números celulares ingresados al sistema aumentó vertiginosamente. Nadie imaginó que dos años y medio después (para octubre del 2011) la Dirandro ya tenía 99 investigaciones judicializadas y 1.024 gigabyte almacenados en su servidor de 1,80 cm de alto.

Con el transcurrir de los meses, los integrantes del Departamento Técnico Judicial de Dirandro (Deptejud) –unos 50 agentes de escucha, entre hombres y mujeres que laboran las 24 horas– entrenaron el oído a tal extremo que el acto de interceptación se volvió rutinario y lograban identificar, sin dificultad, el acento charapa de un narcotraficante que decía ser ganadero en Aucayacu, el dejo andino de un cocalero en Llochegua y hasta el quechua de un senderista en Huachocolpa. También llegaron a calcular que requerían de tres días de escucha para reconocer a objetivos que en promedio hablaban unos 50 segundos por llamada y que usaban celulares distintos para no ser rastreados. Con esta experiencia, y con el apoyo de agentes de la Divinesp que conseguían los números telefónicos, los datos de pases de droga empezaron a aumentar tanto como las toneladas de cocaína incautadas (más de 12 desde que se usan los equipos).

A mediados de ese año, los efectivos antidrogas, con el respaldo de la DEA, orientaron las escuchas hacia el Huallaga y el VRAE. Con esta información se ubicó, el 2010, al esquivo jefe senderista ‘Artemio’, quien fue filmado por un agente encubierto. Luego se golpeó, casi mortalmente, a las huestes de uno de los hermanos de ‘José’ en Huancarama (Andahuaylas). El detrás de cámara de estas acciones atrajo las miradas de otras unidades de inteligencia. El secreto había durado bastante. Para mediados del 2010, las leyendas y medias verdades sobre Constelación traspasaron la gruesa puerta del sexto piso y corrieron como reguero de pólvora. De pronto, toda la comunidad de inteligencia quería acceso a las interceptaciones.

CONSTELACIÓN DE INTERESES
El Comando Conjunto de las FF.AA. fue uno de los primeros órganos en buscar acceso a Constelación. Después tocaron la puerta del Deptejud fiscales que buscaban el levantamiento de las comunicaciones en cualquier caso. Esta situación desnudó un vacío en los procedimientos del departamento de escuchas: la Ley 27697 que avalaba las tareas fiscales de interceptación no tenía un reglamento. Esto se solucionó en febrero pasado cuando el Ministerio Público aprobó el “Protocolo de Procedimientos de Intervención y Control de Comunicaciones”. Desde entonces, este programa y su reglamentación, inédita en el país, se ha ido afinando sobre la marcha.

Uno de los retos para Constelación fue qué hacer con el material escuchado que revelara hechos delictivos ajenos a una investigación regular por tráfico de drogas, terrorismo o mafias afines dedicadas al crimen y al sicariato. Con el aval de las fiscalías de crimen organizado se optó por derivar todo acto nuevo –homicidio, secuestro o corrupción– al despacho fiscal correspondiente para su investigación o, en otros casos, reportar a las fuerzas del orden en caso de un atentado. Esto ocurrió con un grupo de erradicadores de hoja de coca que iba a ser emboscado en el Alto Huallaga y un convoy de la Marina que los subversivos del VRAE estaban por atacar.

Dos años y medio después de entrar en funcionamiento, Constelación se ha convertido en el principal enemigo del narcoterrorismo y de la criminalidad organizada. Por tal razón, muchos han mostrado inusual interés en sus secretos. En la Dirandro ya han notado esta situación. “Cualquiera puede pedir lo que desee, el ministro del Interior o el director general de la Policía, pero mientras no exista una resolución fiscal y judicial, nada obtendrá –dijo un agente a este Diario– si lo hacemos la pena es la cárcel”.

Ministro Valdés niega poder de Villafuerte
El ministro del Interior, Óscar Valdés, negó la influencia que ejercería el asesor presidencial Adrián Villafuerte luego de que El Comercio revelara que el coronel en retiro busca copar la Dirección Antidrogas (Dirandro). “Lo desmiento categóricamente, porque, [en] lo que es la Dirandro, y toda la esfera de la policía y del Ministerio del Interior, el único que toma ese tipo de decisiones es el ministro del Interior y el presidente de la República. Yo no tengo influencia de nadie”.

En tanto, el presidente del Congreso, Daniel Abugattás, dijo: “Un consejero de seguridad tiene que tener acceso a las Fuerzas Armadas y a la policía. Estamos viendo que, alrededor del Ministerio del Interior, especialmente de la Dirandro, están girando de-masiados intereses. Parece que los equipos de interceptación son la perita en dulce que todos se quieren pelear”. Quienes sí se mostraron preocupados por la influencia de Villafuerte fueron los congresistas Pedro Spadaro, Carlos Bruce y Martín Belaunde.

Fuente: EL COMERCIO