martes, 22 de noviembre de 2011

ZELIG

Por: Uri Ben Schmuel
15 noviembre 2011

Debemos creerle al segundo vicepresidente cuando asegura que su reloj es una copia barata y no un Montblanc original de veinte mil dólares.

Porque el Sr. Chehade ha hecho de la imitación una de las bellas artes. Si fingió que fue él quien logró la extradición de Alberto Fujimori y representó el papel de moralizador incorrupto durante la campaña electoral, resulta lógico que en su muñeca lleve un objeto falsificado.

En “La simulación en la lucha por la vida”, el multifacético José Ingenieros –escritor, médico, psiquiatra, filósofo y sociólogo– sostuvo que las especies humanas y animales se presentan como lo que no son y esto hace a su supervivencia (por cierto, sabía del tema. Se llamaba Giuseppe Ingegnieri y castellanizó su nombre y apellido para estar más a tono con su país adoptivo, Argentina).

Los postulados del positivismo biológico de Ingenieros fueron décadas más tarde refutados por otras escuelas, pero valen como referencia para este análisis. Y es que el Sr. Chehade no es el único con dotes camaleónicas. También el candidato Humala transfiguró su programa de gobierno en la segunda vuelta.

Tarde o temprano comprobaremos si esa fue una conversión sincera o una simulación en la lucha no por la vida sino por el poder. Mientras, no sabemos a ciencia cierta si el presidente Humala de veras está molesto con el Sr. Chehade o finge enfado para calmar a la opinión pública. Y más importante aún, si pretende ser izquierdista para gobernar con la derecha o simula simpatizar con el mercado para ponerse más adelante el polo rojo.

El problema es que tanta representación lo único que hace es generar incertidumbre. Recordemos que el mandatario inició su gestión con 70% de aprobación ciudadana y en apenas cien días ha perdido 13 puntos (poco más de cuatro puntos mensuales).

Y entonces cabría preguntarse si esta indefinición se debe a que de tanto jugar a ser Leonard Zelig (el protagonista de la película de Woody Allen que tenía la capacidad sobrenatural de cambiar su apariencia adaptándose al medio en el que se desenvolvía) ni el propio presidente Humala sabe ya quién es en realidad. ¿El del discurso estatista de Paraguay? ¿El gestor de inversión privada de Hawai?

Si mal no recordamos, el filme de Allen tiene final feliz gracias a una psiconanalista interpretada por Mia Farrow, quien logra curar la extrema inseguridad de Zelig, que lo llevaba a camuflarse para poder ser aceptado. Aquí, en la vida real, no sabemos si habrá happy end. Eso dependerá de si existe un equivalente político a la doctora Eudora Fletcher (¿Siomi? ¿Nadine?) que sea capaz de lograr la recuperación de nuestro presidente camaleón.

Nótese que del otro Zelig, el del reloj bamba, ya no hablamos. Ese no tiene cura…

Fuente: LA RAZÓN