jueves, 1 de diciembre de 2011

NO UNO SINO MUCHOS "CONGA"


Uri Ben Schmuel
Jueves 1 diciembre 2011

Lo sucedido con “Conga” es gravísimo. El gobierno cedió al chantaje de los agitadores y obligó a la empresa a paralizar el proyecto, en lugar de imponer el Estado de Derecho, como es su deber. A una semana de haber dicho “Conga va”, el presidente Humala dio marcha atrás y decretó que “Conga no va”.

La noche del martes, el Perú dejó de existir como república unitaria. Hemos retrocedido al feudalismo. El reino de Cajamarca le declaró la guerra a Lima y la ganó, en toda la línea.
Y si alguien cree que esta “pausa” en el proyecto va a servir para “consensuar”, pues merece un premio Nobel a la ingenuidad. “Conga” está tan muerto como otros tres o cuatro emprendimientos mineros “suspendidos” en años anteriores y que hasta ahora no han podido reanudarse.

La misma izquierda criolla que hizo del derechohumanismo una herramienta de persecución y venganza contra militares y policías, ha capturado también el medioambientalismo. Ella es la que decide ahora quién invierte y dónde.

Allá por los ’70, el lema de la izquierda mundial era “No uno sino muchos Vietnam”. Bueno, no uno sino muchos “Conga” habrá en el Perú de aquí en más. El apaciguamiento traerá más violencia y más parálisis en las inversiones. Por evitar un mal menor, hemos provocado un mal mucho mayor.

Astutos estos rojos reciclados en verdes, que detestan la economía de mercado y sabotean las inversiones con el cuento de su preocupación por el entorno. Tienen un poder inmenso pese a que nadie los eligió, se llenan los bolsillos con donaciones y de a pocos destruyen el odiado sistema capitalista.

Habría que preguntarse para quién trabaja nuestra progresía. Sin duda, el negocio hoy es vender trajes de buzo a los mineros informales que van a llevarse el oro de las lagunas de Cajamarca. Como ocurrió años atrás en el norte con el proyecto Tambogrande, saboteado por las ONG. Que no dicen ni pío del desastre ambiental causado por los mineros piratas que llenaron el vacío dejado por la minera formal que tiró la toalla.

Y también nuestros vecinos sureños deben estar batiendo palmas. Qué torpes somos, cada vez que estamos por llegar a la meta, pateamos el tablero y volvemos al casillero uno.

La progresía hace su tarea. Y la hace bien. En la otra orilla, en contraste, tenemos un establishment timorato, que no da la batalla ideológica. Y un Estado débil, incapaz de cumplir sus funciones básicas y que le ha endosado a la empresa privada la “responsabilidad social”.

Complicado el futuro que se avizora…

Fuente: LA RAZÓN